Discurso en los 80 años de una vida increíble.

Discurso en los 80 años de una vida increíble.

 

Amado Padre

Amada Madre

Querida Familia

Estimados Amigos y Amigas.

 

Soy un hombre de muy pocas ceremonias, es mas, muchos de ustedes me conocen como irreverente, pero mis hermanos y cuñados me han encargado la terrible tarea de hacer este discurso en este homenaje que brindamos a mi amadísimo padre, Doctor Enrique Efraín Vázquez Jara  en el octogésimo aniversario de su natalicio.

 

Digo, terrible tarea porque no hay nada mas difícil que demostrar lo obvio, lo tangible. Y sin embargo, hermosa tarea, porque nadie puede negar que mi padre ha hecho de su vida, un fabuloso y fructífero jardín de ternura, comprensión y amor para todos nosotros.

 

Se que hablo con el corazón a flor de piel, pero, ¿de qué otra manera puede hablar este hijo al que su padre ha dado más allá de lo posible?

 

Disculpen queridos hermanos por hablar en singular, pero considero que estos sentimientos son también los vuestros y no se preocupen, que luego les incluiré en este breve decurrir por los tortuosos senderos de mi memoria.

 

Nací con Parálisis Cerebral Infantil. Este hecho cambió la ruta de la vida de mi padre y mi familia. Sacrificando toda comodidad y posición social, mi padre sale de su natal Cuenca y recala en la cálida y acogedora Esmeraldas. Un médico le había dicho que el clima tropical  y la playa le sentarían bien a la salud de su hijo. Y vaya que obraron maravillas!!

 

Mi mas antiguo recuerdo de mi padre se remonta a las calurosas noches esmeraldeñas donde un niño de tres años, todavía sin poder caminar pero bastante activo ( malcriado?) se despierta a las cuatro de la mañana, con todas las ganas de jugar y el padre, en vez de censurarle o darle una nalgada, se pone a jugar a las canicas con él, pese a haber trabajado hasta tarde y tener que levantarse temprano a dar clases.

 

Y le veo clarito, como si fuera ayer, jovencito, acostado en el piso, intentando contentar al tiranuelo….  Esta sola imagen, vale, para mi, más que cualquier homenaje que la vida pudiese brindarme jamás.

 

El personaje ejemplar que tengo a mi lado, el abogado más honesto, el trabajador incansable, el juez ilustre, posee demasiadas virtudes como para enumerarlas, pero creo que es su altruismo, aquella que contiene a todas. Quisiera ahora recordar, a través del fragmento de uno de mis cuentos como sintió mi padre cada uno de mis pequeños logros:

 

Y él era apenas una manchita solar sobre el verde espejo que reflejaba el corazón de su padre que estaba a su lado, volando pensamientos tristes y esperanzas de oropel, como otros padres vuelan cometas.

 

De pronto, furtivamente, como shaolin en papel de arroz, una inmediata, terrible idea arribó, desde no sé que teorema infinitesimal, a su incipiente cerebelo.

 

Antes, lo había hecho, pero no eran sus fuerzas, no era mágico, existía un apoyo: la pared, una  mesa, una cama, dos manos,… en fin.

 

Esta vez, la idea se le atornilló en la mente y se fue haciendo carne en los cabellos de ángel que tenía por piernas. Y fue elevándose poco a poco, como espiga en cemento,………como en un milenio.

 

                      Se paró!

 

 

                 Estaba de pie !

 

 

    Su padre se envolvió en la bandera enorme de la alegría

 

La tierra atrajo su pequeño, frágil cuerpo hacia su seno. Pero sus centrífugas piernas querían como volar. Se alzó y cayó dos o tres veces, antes que los brazos de su padre lo izaran hasta el escándalo de tornasoles  ensortijado en la moribunda tarde.

 

Ahí aprendió a volar………………..”

 

Sí, dirán que siempre he sido su preferido. Puede ser. Pero esto nunca significó que dejara, ni por un instante, de preocuparse y velar por mi madre y mis hermanos .

 

Le vi muchas veces derramar lágrimas pidiendo a su dios por mi “sanación”; pero nunca se dejó vencer por la adversidad de tener un hijo con discapacidad..Es mas, en una época  que no existía ninguna ayuda gubernamental, ni asociaciones de padres,  ni tan siquiera médicos con conocimientos de lo que era la Parálisis Cerebral Infantil para guiarlos, mi madre y él, hicieron el milagro de la inclusión que recién hoy se está intentando con niños con discapacidad .

Rompiendo atávicos prejuicios sociales, mi padre nos llevaba a los cuatro hermanos, que no éramos precisamente unos angelitos, a todos los espectáculos públicos que había en la ciudad de Esmeraldas. Y me emociona tanto, rememorar a  caballo del tiempo y el espacio, los inolvidables momentos que pasamos junto a mi padre en el estadio, en el cine, en el coliseo o en la playa.

 

Y te acuerdas, padre, cuando nos cayó esa lluvia de piedras en el coliseo porque perdió el campeonato nacional la selección femenina de básquet de Esmeraldas y tu pusiste tu cuerpo como escudo para los cuatro diabillos asustados.

 

Cada triunfo de sus hijos eran sus triunfos. No hubo alegría de cada uno de nosotros que no compartiera. Las primeras presentaciones artísticas de Elena y Giovanni; los logros académicos de María Augusta y Elena; los goles, aros y demás hazañas deportivas de Giovanni; mis primeras letras chuecas y hasta la fiesta que significó para nosotros la presencia de “Oso” nuestro querido perrito pequinés.

 

Con el valiosísimo concurso de mi madre, verdadero ejemplo de sacrificio y trabajo, nuestro amado padre, fue, a través de su ejemplo y sabiduría, moldeando nuestro carácter, infundiéndonos valores como la justicia, la honestidad y la tenacidad,  pero también  inculcándonos sentimientos de solidaridad,  altruismo y tolerancia.

 

Mi padre, abogado respetado y estimado en Esmeraldas, fue el compañero de juegos de sus cuatro hijos: en la playa, donde jugábamos fútbol, chapoteábamos en las olas o simplemente hacíamos castillos de arena; en las colinas aledañas, donde según nosotros, practicábamos montañismo o en la casa. Mas, la vida pasó y mis hermanos fueron creciendo y fueron teniendo sus amigos y amigas en sus colegios y naturalmente, fueron  deslindándose de los juegos familiares.  Mi padre siguió siendo mi principal compañero de juegos por mucho tiempo más. 

 

Mi padre hizo de su dedicación a mi, su motivo de vida y vio, como en un d’jabú, la luz de la inteligencia en mis ojos, y así como mi madre se entregó por entero a mi rehabilitación física y a formar un carácter fuerte para enfrentar a la vida;  a él, no le doblegaron los estúpidos diagnósticos médicos y al ver que me divertía muy poco y además me hacía daño con los juegos físicos optó por traer revistas de cómics (Batman, Superman, Tarzán, etc.), además de los consabidos cuentos infantiles para leérmelas. Creo que fui memorizando ciertas palabras y asociándolas con los dibujos, a la vez que preguntando el significado de las palabras desconocidas.  Así aprendí a leer antes de garrapatear las letras.

 

Luego, como no querían recibirme en ninguna escuelas, bajo una serie de argumentos, mi padre contrató a un profesor particular para que me de clases, después, logró que se hicieran válidos estos estudios, por medio de un examen anual frente a un funcionario de la Dirección de Educación.  Así recibí toda la educación primaria

 

Me continuó alentando y apoyando contra viento y marea, incluso contra mi mismo, en el colegio y la universidad. 

 

No se equivocó, estoy por obtener el más alto grado académico de mi profesión, el doctorado en Economía.

 

Pero, como ya dije, esta especial dedicación a su hijo con discapacidad, no impidió que mi padre apoyara a cada uno de sus hijos, dándoles una profesión y ayudándoles en todo momento, incluso después de casados.

 

Había vuelto a la tierra del Tomebamba, el mote, y el capulí luego de largos años de insigne y arduo trabajo en las tierras de la marimba, el encocao y el masato. Los matrimonios de mis hermanas, lo tomaron desprevenido. No obstante, como siempre, les brindó todo su apoyo material y espiritual.

 

Y vinieron la alegría de los nietos y también la tristeza. El primero, Jorge Enrique, nuestro amadísimo “Cocoquique”, que llenó nuestra vieja casa de dulzura y candor, con sus dichos y ocurrencias infantiles, partió anticipadamente.

 

Sin embargo, nuestra familia creció y he visto el gran amor y la ternura que ha prodigado, desde bebés, mi padre a cada uno de sus nietos, que ahora, ya jóvenes continúan correspondiendo a ese afecto, como cuando eran niños. Y aquí están rodeándole de amor y dulzura.  

 

Esta brevísima semblanza de la vida de mi papá no estaría completa sin unas pocas de sus ocurrencias que les relato en esta noche de júbilo y esperanzas.

 

Con mi padre, tengo anécdotas inolvidables como en Italia, cuando, en conjunto con el director de la casa curial de Roma, hicieron pedazos a los idiomas  español e italiano al chapucear cada uno el idioma del otro, mientras yo me desternillaba de la risa al ver como dos señores tan serios hablaban cada cosa y a pesar de que ninguno de los dos entendía una palabra de lo que decía el otro,  se veía que se estaban divirtiendo de lo lindo con la conversación.

 

O aquella, cuando en una cena de gala, tuvo que tragarse enteras las cebollas y lechugas, que tanto le disgustan, por ser educadito.

 

O esa vez, en un aeropuerto, cuando, despistado como es, empujó desde adentro, muy enojado, la puerta de entrada. Y salió, muy orondo, como si nada hubiese pasado.

 

Así es mi padre.

 

Tantas virtudes en un solo ser humano que podría hablar por horas y no alcanzaría el tiempo.

 

De sus errores, ni siquiera creo tener la atribución de nombrarlos, mucho menos juzgarlos.

 

Amadísimo Padre, recibe esta noche, esta pequeña muestra de cariño de tu esposa, tus hijos, nueras, yernos y nietos como un sentido homenaje en tu onomástico.

 

Y alza tu copa y brindemos para que esta vida plena e integra continué con largos años de tranquilidad y satisfacciones.    

2 pensamientos en “Discurso en los 80 años de una vida increíble.

  1. Carolina Iñiguez moreno dice:

    Querido Primo Que hermoso Detalle que belleza de recuerdos tan valiosos, de amor de ejemplo de sabiduria y de perseverancia realmente me quedo corta en palabras solo puedo decirle que los quiero mucho a todos Tios, primos y sobrinos que Dios continue Bendiciendoles.

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